¿Para qué hacemos lo que hacemos?
Si nos detenemos a reflexionar sobre lo que nos motiva para hacer lo que hacemos, podríamos llegar al fondo de una cuestión fundamental: la razón profunda que nos mueve en nuestro hacer. Vamos a explorar por ese sendero.
La mayoría de nosotros, dado el programa y condicionamiento adquiridos, nos hemos ajustado a una idea socialmente aceptada de lo que es ser productivo, exitoso, reconocido, realizado, etc. Pero luego, tal vez, llega un momento que dicho programa se agota y nos damos cuenta que nada de lo que habiamos estado haciendo nos lleva a ningun sitio, que el vacío que siempre hemos sentido sigue ahí. No encontamos la plenitud ahí. Luego podríamos ir (sino es que esa vía se da al mismo tiempo que la anterior) por el sendero de los placeres, del viajar, del conocer lugares diferentes, probar comidas distintas, aventuras diversas, encontrar quizá a la "persona ideal", de formar una familia, etc. Sin embargo, inevitablemente regresa ese sentimiento o sensación de que podríamos hacer más y mejor, que no es suficiente o que no hemos evolucionado en el sendero de "ser mejor persona" y entonces nos cuestionamos sobre la "huella que queremos dejar en el mundo".
Entonces quizá llegue el camino de la espiritualidad, del servicio, del ayudar a otros, y temporalmente podriamos encontrar ahí un cierto sentido en nuestro hacer. Sin embargo seguimos sintiendo que nunca es suficiente, que nuestro alcance es corto y que deberíamos "ayudar" más y mejor, o tal vez nos conformamos con la idea de que esto que hago es "mi granito de arena" y que está bien así, pero por dentro se sigue moviendo esa sensación de que "eso" no es lo que me hace feliz.
Quizá es porque todas las actividades y búsquedas no llevan a ningun sitio en realidad.
Quizá es porque la pregunta inicial no ha sido respondida con honestidad: ¿Por que o para qué hacemos lo que hacemos? En realidad y en el fondo subyace la respuesta, que es la misma para todos: para ser feliz.
Buscamos la felicidad en todo lo disponible y alcanzable: relaciones, actividades, posesiones, reconocimientos, experiencias (incluso la de "ayudar"). Nos vamos dando cuenta que ahí no está la felicidad permanente. Que la felicidad a lo mucho puede sentirse en "momentos" de aparente realización. Pero como hemos entrado en el "camino espiritual" parte de ese programa es estar en constante gratitud y sobre todo "viendo lo positivo" de cada cosa que nos sucede. Porque la vida sigue sucediendo en este instante y nos sigue presentando retos con nuestras relaciones personales y con el entorno.
La mirada de la No dualidad nos recuerda que esa felicidad que buscamos es la naturaleza de nuestro ser-conciencia. El trasfondo, lo que nunca cambia, eso que da espacio a la experiencia cambiante y que ha estado ahí durante toda nuestra vida, que hemos pasado por alto por la profunda identificacion con lo cambiante o la experiencia (cosas, personas, actividades, etc). Ese constructo mental del Yo separado, la identidad creada o la persona que creemos ser siempre tiene un siguiente objetivo y no cesará de estar en la insaciable búsqueda, porque desde esa ilusión nada es saciable permanentemente.
¿Para que hacemos lo que hacemos? para ser felices.
Que tal si ahora exploramos reconocer esa instrínseca paz, felicidad, plenitud que ya somos desde el Ser. Y ahora continuamos haciendo lo que hacemos ya no por encontrar ahí la dicha permanente, sino por el propio gusto y agrado de particiar del juego de la vida. No importando los resultados sino sabiendo que es un juego, en que a veces ganamos y a veces perdemos. Como los niños que construyen un castillo de arena jugando en la playa y luego que hay que irse sin problema lo destruyen felices brincando sobre él.
Esta es una perspectiva completamente diferente: Yo Soy Ser-conciencia-plenitud. Mi naturaleza es infinita. No nací ni moriré. Disfruto cada experiencia y actividad desde esa conciencia: no busco nada pues ya lo soy Todo.
Tú eres lo que buscas.